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Las vacas transforman 20 mil kg de alimentos no digestibles para nosotros en 10 mil kg de nutritiva leche, lo que demuestra que la producción lechera es uno de los métodos más eficientes de creación de alimento para los humanos; y el metano que exhalan se convierte en CO2 biogénico climáticamente neutro, que se fija en los vegetales a través de la fotosíntesis, cumpliendo así el ciclo natural del carbono.
Hay 280 millones de vacas lecheras distribuidas en los 5 continentes y 33 millones de productores de leche altamente calificados que contribuyen significativamente con valiosos lácteos y carne, a la alimentación de una población mundial de casi 8 billones de personas.
Las góndolas de los supermercados están llenas de leche y de centenares de productos lácteos. Variedades de quesos producidos desde hace miles de años en todo el mundo. Helados chinos de recetas milenarias, o la mantequilla etíope, o el delicioso Yogur Lassi en el mercado indú. Las vacas y las personas en una simbiosis cultural y nutricional, sabiduría ancestral cuestionada por estar siendo responsabilizada por el cambio climático.
La leche desempeña un rol tan importante en la nutrición que en 2001 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO, instauró el Día Mundial de la Leche Escolar, y del cual participaron más de 40 países.
En la Universidad McMaster en Canadá se investigan los beneficios del consumo de leche para la salud; también lo hace la organización mundial PURE RESEARCH PROJECT, que involucra 135.000 personas de todas las procedencias culturales y sociales del mundo, y sus resultados son claros: un mayor consumo de lácteos, especialmente enteros, está asociado a un menor riesgo de mortalidad y afecciones cardiovasculares, especialmente con un menor riesgo de derrames.
Sin embargo, fuertes campañas alertan sobre que el consumo de leche es causal de cambio climático. En franca disminución desde 1990, todavía es responsable por el 3% de todas las emisiones globales de gases de efecto invernadero, más que todos los aviones del mundo, dicen. Dicen también que las vacas criadas para la obtención de la leche están calentando el clima de nuestro planeta, que emiten un montón de metano que está hiriendo a nuestro clima.
Estas manifestaciones generan una creciente discusión sobre cómo podemos reducir el consumo de carne y leche, se han sugerido impuestos y han sido solicitadas prohibiciones.
Hoy les hablo sobre un video documental que me enviaron hace unos días y que quiero compartirles, porque nos ayudará a pensar si realmente esas acusaciones tienen sustento.
Estas imágenes satelitales de la Agencia Espacial Europea (ESA) muestran dónde está el metano en la atmósfera, y encontramos que los lugares en los que la concentración de vacas es mayor, las emisiones son menores. En Brasil por ejemplo, donde hay 212 millones de animales, el rebaño bovino más grande del mundo, no hay altas concentraciones de metano en el espacio, lo mismo en Etiopía y Sudán donde hay un total de 96 millones de bovinos, más que en toda la Unión Europea.
Independientemente de dónde estén en el mundo, las vacas son parte de un sistema aire/suelo/pastura/animal, y para comprenderlo es necesario observar procesos físicos, químicos y biológicos.
Una parte natural de la atmósfera es dióxido de carbono, CO2 y su participación en la atmósfera es de 0,04%. Todas las plantas, incluidas las pasturas, dependen del CO2 para su crecimiento, y lo toman del aire. Del suelo, obtienen agua y a partir de esto las plantas crean largas cadenas de carbono. A través de reacciones con otros elementos, se convierten en azúcares, grasas y proteínas.
Los rumiantes como las vacas, comen esos pastos con sus azúcares, grasas y proteínas y con ellos producen leche en sus glándulas mamarias. Los humanos ingieren esas cadenas de carbono en forma de leche y sus derivados. Junto con el oxígeno del aire, el carbono es quemado en las células del cuerpo y este proceso resulta en CO2: hasta 2 toneladas son exhaladas por cada persona al año, y así el círculo se cierra.
El CO2 que los pastos extrajeron del aire, fue comido por las vacas, que produjeron leche, que los humanos consumieron y luego, exhalaron el CO2 de vuelta al aire. Este circuito no puede influenciar al clima, porque no se crea ningún CO2 adicional.
El principal alimento de las vacas es el pasto, que está compuesto por una larga y resistente cadena de carbono: la celulosa, es completamente indigestible para el hombre, es decir que no hay competencia por el alimento entre los rebaños y los humanos. El ganado garantiza entonces, que esos recursos inútiles se tornen valiosos para la gente en formas super nutritivas y saludables como carne y leche.
Las vacas transforman 20 mil kg de alimentos en 10 mil kg de nutritiva leche, esto demuestra por un lado que la producción lechera es uno de los métodos más eficientes de producción de alimento para los humanos y por el otro que la eliminación del ganado llevaría el hambre y la desnutrición a todos los continentes.
Para que las vacas puedan digerir el pasto, tienen un órgano que los humanos no, el rumen. Dentro de él, bacterias se alimentan de la celulosa de las pasturas y se degradan en componentes fácilmente digestibles. Este proceso no produce CO2, pero si CH4, el temido metano, que es expelido por la boca de la vaca hacia el aire. Alrededor de 120 kg de metano al año por vaca lechera, que se convierte en CO2 biogénico climáticamente neutro, que se fija en los vegetales a través de la fotosíntesis, cumpliendo así el ciclo natural del carbono.
La razón por la que algunos científicos creen que este metano causa daños al clima, es porque este puede estar absorbiendo más energía térmica que el CO2, y por ello todo ganado es cuestionado.
¿Pero estas emisiones de metano son un fenómeno nuevo en nuestro planeta? No. Los rumiantes existen desde antes de la revolución industrial, desde hace millones de años, y siempre emitieron metano a la atmósfera. Entonces ¿Tenemos más rumiantes en el planeta hoy que los domesticamos, que desde aquel entonces y por eso tenemos más emisiones de metano que antes de la revolución industrial? Otra vez, no.
No sabemos cuántos rumiantes vivieron en la tierra en épocas anteriores. Nadie los contó hasta hace 300 años atrás. Pero debieron haber sido millones de animales pastando en las vastas sabanas y praderas africanas y asiáticas. Sí sabemos con razonable certeza, que habían tantos bisontes y alces en las praderas americanas, como ganado domesticado hoy día.
Se estima que hace 500 años había 26 millones de elefantes en África, y hoy hay apenas 1000, y que producían el mismo metano en aquellos tiempos, que casi todo el rebaño actual de vacas lecheras en Europa.
Si los grandes rebaños de animales salvajes preindustriales no calentaron el clima del planeta por millones de años, entonces los actuales rebaños domésticos tampoco pueden hacerlo. Los rumiantes no pueden ser responsabilizados del cambio climático causado por el hombre.
Conforme los rumiantes pastan, estimulan bacterias que se alimentan de metano promoviendo una rica biodiversidad en el suelo, que puede entonces secuestrar más carbono y agua. Los suelos absorben parte de las emisiones de metano de las vacas y las bacterias del suelo lo transforman en nutrientes.
Los complicados procesos del sistema aire/suelo/pasturas/animales están mal entendidos. Desde el renombrado Global Carbon Project que trabaja intensamente para entender el ciclo del metano hasta el IPCC (Intergovernmental Panel On Climate Change) con el informe más completo que existe hasta ahora, divulgado en agosto de 2019, no conocen todavía con exactitud el impacto de la agricultura en el clima.
En la página 489 del Informe de la IPCC podemos leer: “Sin Embargo, analizar la producción de carne de rumiantes es altamente complejo por la extrema heterogeneidad de los sistemas de producción y debido a los numerosos productos y servicios asociados a ellos”. De ello se desprende que una reducción en el consumo de carne y leche no puede ser fácilmente recomendada.
Es un misterio cómo los activistas enemigos de la ganadería pueden estar tan absolutamente seguros de que es necesario reducir el consumo de carne y leche para salvar el planeta. No hay justificativo para cuestionar una simbiosis tan profundamente arraigada entre la civilización humana y el ganado, en ningún lugar del mundo.
Podemos tener la más absoluta certeza de que la leche y los productos lácteos son altamente saludables y de que podemos disfrutar de este antiguo y natural alimento con la conciencia tranquila.
Vos ¿Ya tomaste tu vaso de leche hoy? ¡Consumir lácteos hace bien!